Hamlet en La Peña
Un martes al mes hacíamos en La Peña un encuentro de poesía, lo llamábamos “Lugar de decir”. Un día, alguien nos viene a decir que era muy amigo del poeta Hamlet Lima Quintana, y nos pidió llevarle un ejemplar de cada uno para ver si lo tentaba a venir a visitarnos (nosotros lo honrábamos a diario con un poema suyo en los individuales de papel, y otro en la primera página del Menú). Al tiempo, volvieron y nos dijeron que le había encantado a Hamlet y que con todo gusto vendría a visitarnos una noche. Parece que lo hizo justo una noche que yo no estuve en La Peña. Me quedé con ese deseo.

La partida de Hamlet
Poco tiempo después escucho en el teléfono: “Colo, te llamo porque ha fallecido el poeta Hamlet Lima Quintana. Lo velan en su casa. Avisame si querés que vayamos juntos.” Fui.
Llegué a su casa, y cuando estuve ante su largo y delgado cuerpo -confieso que siempre tengo la esperanza de que se pasa a otro plano- se me ocurrió rezarle para mis adentros: “Maestro, se me quedó sin venir por La Peña. Lo esperábamos con buen vino. Nunca olvidaré cuando lo fui a escuchar recitar sus poemas en un evento musical en Ciudad Universitaria, en los tiempos de Menem, de los noventa, y Usted nos dijo, indignado, que Horacio Guaraní, el gran cantor y poeta de los obreros, se solía ir de farra con Menem en el barco de Amalita Fortabat, a Punta del Este. En fin, espero que apadrine mi Peña, en espíritu angelical, así es que lo esperamos cuando quiera o pueda”.
Hamlet en la radio
Y solía quedarme solo en la Peña, cerraba la puerta de calle con llave y dejaba la radio puesta en la FM 98.7 La Folklórica para que sonara en todo el salón. Al cabo de un mes, o más, o menos, un día martes, de calles vacías, a eso de las 3 de la mañana, decidí ir hasta la cocina y me llamó la atención que no estuviera sonando la radio en toda La Peña, cuando de pronto, la voz del poeta Hamlet cortó el silencio y colmó todo el aire de allí. Hamlet estaba recitando uno de sus poemas más populares. Me quedé helado, no sabía si era un fantasma, pero al finalizar el recitado, un locutor cerró: “Acabamos de escuchar al poeta Hamlet Lima Quintana, diciendo su propio poema…”. Me volvió el alma al cuerpo! Volví a rezarle al Maestro: “Cumpliste! Estás acá!”.
Martín Lima Quintana en La Peña
Pasaron unos quince días y llegó el sábado, día común en que La Peña se llenara de gente. Yo llegué cerca de las 12 de la noche, y veo que un joven me quería saludar. Al acercarme, me dijo que estaba con un grupo de clientes y sabían de nuestra admiración y honra a Hamlet Lima Quintana, al ver sus poemas impresos en nuestro menú y en los individuales. Me dijeron que eran amigos de un hijo de Hamlet y que lo habían llevado a la peña, de sorpresa, sin avisarle de nuestra admiración a su padre. Les pedí que me lo presentaran: era Martín Lima Quintana, que creo, es el más parecido, físicamente, a Hamlet. Le conté todo lo que me había pasado con su padre, pero noté que él estaba como perplejo, entonces le pregunté qué le pasaba. Me dijo: “Es que estoy sumamente conmovido. Mis amigos me trajeron a esta Peña, llamamos al mozo y cuando vino a atendernos, lo primero que hizo fue colocarnos un individual de papel con un poema de mi recientemente difunto padre! Pues le pedimos la carta o menú y al abrirla me encontré con otro poema de mi padre en la primera página. Entonces me dije: “¡Mi viejo está acá!”.
Yo no podía creer que Hamlet me estaba confirmando que había cumplido mi pedido, por boca de uno de sus hijos. Mientras, en la mesa de al lado cantaban Zamba para no morir! Les pregunté si la cantaban por Martín, y los chicos me dijeron: “¿Por qué? ¿Quién ese ese Martín?”. Ni sabían quién era el autor de esa zamba…
Hay más, al poco tiempo, me llama Oscar Chiecher, excelente fotógrafo, para realizar una muestra con sus obras fotográficas sobre paisajes de su provincia en La Peña. Un día me llama: “Colo, disculpame que te moleste. Ya coloqué todas mis fotografías sobre paisajes de La Rioja en las paredes de la peña, pero me sobraron paredes y me tomé un atrevimiento: me fui a mi casa y me traje una serie de fotos que enmarqué en grandes cuadros, que le saqué al gran poeta Hamlet Lima Quintana. Y como falleció hace poco, consideré atinado homenajearlo con mis fotos. Espero que no te moleste…”. Me reí, le agradecí, y cuando lo vi le conté q en su velorio le había pedido que visitara mi Peña…



Germán Lima en La Peña
Nos abrazamos y me dijo: “Mirá, como me aprobaste anexar a mi muestra la serie de fotos con Hamlet recitando, le avisé a mi amigo Germán Lima, hijo de Hamlet, para que viniera a participar. Invité a algunos músicos, y haremos un evento lindo con empanadas y vino.” Saludé a Germán, y cuando terminó el evento subí al escenario a contar todo lo que me había sucedido con Hamlet. Más trade, Germán Lima me buscaba para decirme algo: que se había emocionado mucho esa noche, y que su padre antes de morir había terminado un libro que no había llegado a editar. Que él, Germán, había conseguido editarlo y justo estaba buscando un lugar donde presentarlo. Y que sentía que esa noche había sentido que La Peña del Colorado era el lugar indicado. Le dije que esa era la última señal que me faltaba para cerciorarme de que Hamlet habría cumplido aquel pedido que yo le había hecho en su velorio. Un mes después, Germán Lima presentó en La Peña del Colorado el libro póstumo de Hamlet Lima Quintana. Al final del evento, subí al escenario y le conté al público, todo lo mágico que me había sucedido con Hamlet.
Esteban “Colorado” López.