Recuerdos del Colorado con Ricardo Vilca

Del jueves 22 al miércoles 28 de junio, a la hora 18:00, se está presentando el documental de Javier García “Ricardo Vilca, Quebrada, Música y Silencio”, en la Sala 2 del Cine Gaumont de la Avenida Rivadavia al 1635, en Buenos Aires. 

Aprovechamos para compartir unos recuerdos del Colorado durante los años de amistad con el maestro Vilca, que no tienen rigor histórico, sino que por el contrario, pueden adolecer de algunos errores. Más aún, se les agradecerán los comentarios que puedan aportar para alcanzar una cronología y también una valoración de todos los personajes citados, que compartieron alguna parte de la vida de Ricardo.

https://www.enlaceculturajujuy.com.ar/reconocimiento-al-filme-documental-ricardo-vilca-quebrada-musica-y-silencio/

Recuerdos del Colorado sobre su amigo, el maravilloso músico Ricardo Vilca

El éxito de Vilca en Buenos Aires

Ya no recuerdo cuándo ni dónde lo conocí, porque yo viajaba seguido a la Quebrada de Humahuaca, pero un día comenzamos a programar a Ricardo Vilca y sus Amigos en La Peña del Colorado, en Palermo, Buenos Aires. Sí tengo claro que Ricardo recién comenzaba a ser famoso. Pero cuando se presentó por primera vez en nuestra peña llenó unas cuatro noches seguidas y no se podían quedar a seguir llenando, porque a partir de esa vez siempre tuvimos reservas para más y más noches.

Me llamó la atención que llegaba un público mayoritariamente porteño de clase media y media alta, seguramente amante de la cultura jujeña, y que guardaba un silencio sagrado para escucharlo. Ya era muy famoso y llenaba donde se presentara, quedando siempre gente sin poder entrar.

El humahuaqueño, Ricardo Vilca, nacido un 5 de noviembre de 1953, era músico desde muy joven y animaba fiestas, tocando con su guitarra, todos los ritmos, si bien su pasión era la música de sus raíces, la andina de su amada provincia, Jujuy. Se dedicó a ser maestro rural de música en distintos poblados. Sabía rasguear el charango, pero no lo hacía arriba de un escenario. En los últimos tiempos, lo dejaba a manos de su compañero José Toconás, del grupo Los Amigos de Vilca.

Vilca, Graciela Volodarski y Bach

Un día Ricardo conoció a la música y poeta Graciela Volodarski, que se había ido desde Buenos Aires a vivir a la Quebrada, con la que se “amañó” y tuvo dos hijos, Gabriel y Hernán. Con los años, ella le propuso vivir en la capital de Argentina. Estando allí le propuso estudiar música y Ricardo le hizo caso. Así fue como conoció la música de Bach, la cual influenció notablemente en sus futuras composiciones.

Vilca, Divididos, León Gieco y Skay Beilinson

Ricardo regresó a vivir en la Quebrada y comenzó a componer una sinfonía de “colores” quebradeños, como los cerros de su pago, con una gran influencia del compositor alemán, aquel influenciado por Vivaldi y otros. Tanto que a Ricardo lo apodaron “El Bach andino”. La identidad de Ricardo fue creciendo hasta que pudo grabar un “casete” con temas compuestos por él. Un día se enteró de que el grupo Divididos se presentaría en Tilcara. Acudió a su encuentro y les entregó una copia con sus temas. Ricardo Mollo y Diego Arnedo lo escucharon y se conmovieron.

Es importante destacar que Diego es hijo de nuestro gran referente folklórico, el santiagueño Mario Arnedo Gallo, creador de Salavina, Pelusitas de Totora y compositor de La Flor Azul y La Amanecida. Divididos lo contactó y Vilca comenzó a ser invitado en sus recitales, además de grabar algunos de sus temas en sus discos. Eso es un ejemplo de lucha y esperanza para las y los jóvenes que están comenzando y no saben qué futuro les depara ni por dónde deberían encarar su carrera artística.

Del mismo modo, la música de Ricardo enamoró a León Gieco y a Skay Beilinson, guitarrista histórico de Los Redondos, que vivía cerca de nuestra peña y solía caer a comer y a guitarrear folklore. Los jóvenes le pedían temas de Los Redondos, pero él les decía que él es de origen litoraleño y acudía a la peña para tocar folklore, la música de su pago natal. 

Cuando Ricardo se presentó por primera vez en una de mis peñas, ya se había presentado con sus músicos junto a León Gieco y a Divididos, además de ser convocado por diversas ONGs que, entre todos, lo habían vuelto muy famoso. Fue tapa de revistas importantes. Pero él no perdía su gran humildad, su silencio interior, ni sus ganas de seguir creando una música sublime que nada tenía que ver con el boom mediático de un folklore con el que, ni él, ni yo, ni millones de argentinos jamás nos sentimos identificados. Y él, con su música melodiosa, la cual llenaba el aire de belleza, se tornaba una prueba más de que no todo el mundo pedía ni pide que tocaran o toquen, no cantaran ni canten fuerte –con alto volúmen-, ni rápido, ni que revolearan ni revoleen hoy, algo para conmover a una multitud.

Recuerdo que Mercedes González, su segunda esposa, años después, me contó en su casa de Humahuaca, que unos días antes de que yo llegara, le había aparecido Gieco en su casa, de sorpresa, y que se quedó a comer.

El carácter de Vilca

Como andaba casi siempre con sus ojos cerrados, Ricardo, seguramente más preocupado por ver y oír las melodías de su paisaje que le atravesaban el alma –sí, verlas, porque su música pintaba su paisaje-, que por escuchar el mundanal ruido, y ni qué hablar de las ciudades que visitaba, como Buenos Aires. Por eso yo lo llamaba “Míster Magoo (lo pronunciamos “Magú”). Ricardo era de hablar bajito, pausado, y poco, porque emitía palabras sueltas. Una vez en Humahuaca me decía la palabra “basura” muchas veces, hasta que entendí que se estaba refiriendo a un famoso músico. No me dio las razones, no porque no las tuviera ni le costara decirlas, sino que en ese momento nos distrajo otra cosa. Pero esa actitud me mostró que detrás de ese hombre bonachón e introspectivo, se escondía un hombre con los pantalones bien puestos, que no se callaba las injusticias, que era tajante, terminante y de carácter fuerte.   

La peña de Vilca en Humahuaca

Una noche, en tiempos de carnaval, su peña, que funcionaba en su casa de Humahuaca, estaba llena de jóvenes, de Buenos Aires, de Tucumán, de todas partes. Y fue llamativo para mí, que al promediar la noche se paró e invitó a todos a ver una animación genial, realizada por unos tucumanos, y musicalizada por él. Ricardo quería que viéramos esa maravilla y escucháramos su creación musical. Después pidió, con notable decisión de líder, que comentáramos la animación, queriendo abrir una charla-debate, porque poco a poco fueron saliendo diversos temas. Me asombró que Vilca siempre hablaba con un gran compromiso social, propio de un agudo observador, pero además de un tipo que no se callaba la boca, que además, no tenía miedo a las consecuencias frente al poder político de turno.  

Vilca en Cosquín, pero no en el escenario mayor, sino en La Peña del Colorado

Un verano que pusimos peña en la Sociedad Española, en la ciudad de Cosquín, durante los días del gran Festival Nacional de Folklore, nos avisó que él iría a tocar al Festival, y entonces acordamos que se presentara en nuestra peña. No lo vi llegar, pero sí partir, cargado en sus espaldas con mochila y bolsos, al punto que parecía llevar una torre de pilchas, el doble de alta que su estatura. Sentí vergüenza frente a mi amigo e ídolo, le quité los bultos y se los llevé, orgulloso, hasta la terminal. Ese verano tuvimos una programación de lujo, porque también se presentó Raúl Carnota, Alfredo Ábalos, Claudio Sosa, Ramiro González, que presentó la Cantata Riojana al Chacho Peñaloza junto a Pica Juárez, y muchos más.  

Vilca solidario

Una vez, esperábamos con ansias la noche que se presentaría Vilca en nuestra peña de Palermo, cuando se nos apareció una noche antes. Había llegado a Buenos Aires con anticipación y se había enterado de que esa noche hacíamos un recital solidario, de modo que había concurrido para tocar gratis con sus músicos. Los mismos artistas convocaron a Vilca a subir al escenario, y él les pidió a sus músicos que lo acompañaran, pero no aceptaron porque estaban cansados. Y él subió igual, solito con su guitarra.  

Abraham Dip, uno de sus mecenas

Él nunca manejaba el dinero. Sólo quería tocar. Sus músicos vendían sus discos y hasta cobraban el cachet. Le faltaba un manager. Abraham Dip fue uno de sus mecenas y lo apoyó incondicionalmente para que Ricardo pudiera hacer conocida su obra. Fue su gran amigo. Pocos sabían tanto de Vilca, como Abraham. Éste vivía de una joyería en la ciudad de Neuquén y se tomaba un avión a Buenos Aires para estar con él y disfrutar de su música. Solía viajar a Humahuaca a compartir la vida con Ricardo. Para Abraham como para mí, Jujuy era nuestro paraíso, nuestro “lugar en el mundo”, y la casa de Ricardo, el “ombligo” del mundo.

Recuerdo que un día llegó a mi peña a tocar, luego de hacerlo con sus músicos en Obras Sanitarias, invitado por Divididos, ante 10.000 personas. Le pregunté “¿Cómo les fue?” Y él sólo repitió varias veces: “Mucha gente, mucha, mucha gente”. 

De pronto, viajé a Humahuaca en invierno, y al encontrarme con él me comenzó a decir: “Conseguime trabajo, conseguime dónde tocar, necesito trabajar”. Y tardé unos minutos en caer en la cuenta de que no la estaba pasando bien económicamente, y que estaba carente de trabajo y de dinero para vivir. La paradoja era que le sucedía en pleno apogeo mediático de su vida artística, cuando más famoso era.

Vilca en La Peña Grande del Colorado y cuando se salvó de un asalto.

Puse una peña nueva, “La Peña Grande del Colorado”, de 800 metros cuadrados cubiertos, con capacidad para 300 personas sentadas, y galería de locales de artículos regionales en la planta baja. Programamos a Vilca y sus Amigos, dos noches de un fin de semana, y tuvimos reservas para llenar tres noches, pero no se pudieron quedar. La madrugada de ese lunes compartimos un taxi hacia Aeroparque desde donde regresarían a su Jujuy. De paso me dejaron en mi peña de Palermo, y los invité a bajar a tomar o comer algo, pero se negaron porque no querían perder su avión. Yo entré a mi negocio, ya cerrado, solo. En el mismo, no había nadie, y me encontré con dos tipos armados que estaban robando nuestro local. ¡Menos mal que ellos no bajaron ni entraron conmigo!

Viajando de Tilcara hacia Humahuaca con él, me señaló un cerro lleno de magia y belleza, en la cadena de Los Amarillos, que no recuerdo cuál era, de la mano izquierda, y me contó que allí se iba solo, con su moto, a componer canciones. 

Una noche de tantas que se presentó en el Hotel Hilton

Me invitó una noche para que lo escuchara tocar en un restorán del Hotel Hilton. Al momento de tocar, les faltaban los instrumentos a sus músicos, entonces comenzó a tocar solito. Hasta que sus músicos recordaron que los habían guardado debajo del escenario de mi peña, donde habían tocado la noche anterior. Nos los enviaron con un taxista amigo y sus músicos llegaron a acompañarlo en el final…

Veladas con empanadas de charqui en la cocina de Mecha González, su esposa

Cuando llegaba a Huamahuaca él no quería que fuera a un hotel, entonces juntaba a dos de sus hijitos en una misma cama, y me habilitaba una, para mí. Siempre se juntaban los amigos, a hacer música, durante largas veladas, y Mercedes, su esposa, hacía empanadas de charqui en los fríos inviernos, en su cocina económica.

Pero otras veces a Ricardo lo buscaban sus amigos para guitarrear de noche en algún lugar. Y Mercedes se enojaba con sus amigos y no quería que saliera. Yo no me daba cuenta de que en esas veladas, el vino se tomaba en exceso y le hacía mal a su salud. Y para colmo, se tomaban vinos de mala calidad. Mercedes repetía de modo lapidario: “Yo lo quiero vivo, no muerto”. Mercedes ayudaba mucho al mantenimiento del hogar con sus tejidos en telar.  

El libro del fotógrafo Lucio Boschi

Un día me mostró en su casa el libro de fotografías del reconocido fotógrafo Lucio Boschi, “Pueblos de los Andes”, donde éste seleccionó para su tapa una foto de su hijita, Juanita Luz Vilca, y leí un breve texto a modo de introducción, que me sorprendió por su belleza literaria y conceptual, y me dijo que Boschi había conversado con él y había apuntado frases, palabras, y había armado ese texto maravilloso con, todas, palabras de él.

Pude ver a un hombre de la puna que llevaba siglos de dolor e injusticias en sus espaldas. Que pudo crear una belleza inmortal en una obra musical desde un páramo del mundo. Ese mismo que estaba de vuelta de tantas cosas, y que sufría muchas incomprensiones cotidianas. Que más de una vez pasó hambre, que fue muchas veces traicionado, y que pasó tremendas depresiones, pero pudo resucitar de los infiernos, de sus propios infiernos. Que no era profeta en su propia tierra, pero que a su vez halló en su camino a mucha gente que lo cuidó y que lo quiso. Nos dejó un legado tan profundo que lo hizo inolvidable, eterno y presente a cada paso en nuestras vidas.

 

Los invito a visitar la página web de Graciela Volodarski para ahondar en la cultura y la vida de Ricardo Vilca:  https://gracielavolodarski.com.ar/

También recomendamos el documental de Ulises de la Orden y Germán Cantore, “Vilca, la magia del silencio” (2020). 

 

Se pueden disfrutar muchas interpretaciones de la obra de Ricardo Vilca. Aquí les dejamos sólo dos:

La de Tomy Lebrero, “Vilca”, por Tomy Lebrero y el Puchero Misterioso:

La de Nuria Martínez, “Maestros de Humahuaca 1”:

La música de Ricardo Vilca:

La magia de mi raza:

Nuevo Día:

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