Personajes mágicos, mitos y leyendas de la ruralidad

Cuando los fogones tajean con su filosa luz las noches más cerradas en los campos, y los ojos de los paisanos se tornan luciérnagas asombradas, las palabras caen a plomo en el silencio: “¡Le juro que yo lo vi!”; “Usted no me lo va a creer”; “Yo no creo en las brujas, perooo…”; “¡Ni se le ocurra entrar al monte!”; “¡Pero es un duende bueno que cuida a los animales!”; “Creer o reventar”, “¡Cosa ´e mandinga!”; “¡Ahijuna!”.

El escritor Alejandro Dolina, alude en su libro, “Crónicas del ángel gris”, a que con el progreso aparecieron los “refutadores de las leyendas”, quienes “no se limitan a demostrar que el mundo es razonable y científico, sino que también lo desean, y ese es su mayor pecado”. Así han pretendido explicar los misterios: “La luz mala sale del fósforo de las osamentas”; “la leyenda del perro negro en los ingenios tucumanos, tiene origen en la leyenda inglesa del lobizón”; “la leyenda del Cacuy, en Santiago del Estero, es la versión criolla del mito de Caín que mató a Abel, su hermano, en la Biblia” y así sucesivamente. Pero los misterios no se acaban nunca. Y más inagotable es nuestra capacidad de soñar. ¡Entonces qué lindo es soñar despiertos! ¡Y soñar con las leyendas y los personajes místicos, misteriosos!
Los Componedores de animales; los cortadores de tormentas; los curadores de sembrados, todos a través de palabras; los geomantes que hallan agua en los arrozales; los buscadores del oro que bajaban los españoles del Alto Perú hasta Buenos Aires para llevarlo a Europa, pero que a veces enterraban de urgencia cuando veían venir a un enemigo; las curanderas; la Luz Mala; la leyenda de la viuda -que se sube a los caballos de los cerrillanos-; el Pombero; el Yasí Yateré; el Yastay; el Kakuy; el Payé, y muchos más. A todos los iremos reviviendo a partir de nuestra memoria colectiva.

Últimas notas

Social media & sharing icons powered by UltimatelySocial
Instagram